lunes, 2 de noviembre de 2009

Cultura: Un flamenco trepado a un escarabajo, en viaje de México a Buenos Aires

Buenos Aires.- Yungas, páramos, montañas, una ruta de dieciséis mil kilómetros, pero sobre todo la variedad de paisaje humano entre el DF de México y Buenos Aires, aparecen y se manifiestan atravesados por la mirada del flamenco Tom Dieusaert en los Diarios del Vocho, una crónica de aventuras por trece países latinoamericanos.
Escrito originalmente en neerlandés y publicada en Holanda y Bélgica en el 2005, Diarios del Vocho -apodo del volkswagen escarabajo en México- es un relato periodístico que describe el presente e indaga la historia de los lugares que durante seis meses visitó Dieusaert.
Belga flamenco y vecino latinoamericano desde hace doce años, Dieusaert ganó en el 2002 el National Hispanic Print Award por el mejor reportaje sobre la región publicado en la prensa estadounidense, publicó dos libros más y trabajó como corresponsal de medios europeos durante una década.
Con siete años en México y cinco en la Argentina -donde echó raíces-, Dieusaert afianzó su castellano y por eso se animó a traducir la obra, con la que espera llegar al público latinoamericano.
Al hablar de sus paisanos europeos, en tono crítico afirma que el interés que tienen en la región “no pasa de lo turístico. La mayoría viene con su guía de viajes, visita por tres semanas sitios espectaculares y se vuelven. No están muy interesados en la historia o la cultura latinoamericana. Esta es la verdad”.
Por eso, el periodista flamenco define que su libro “no es una guía de viajes al estilo Lonely Planet, es más bien una mirada cruda de los lugares por donde anduve. Yo jamás diría: Buenos Aires, la Paris de latinoamérica, porque eso es un slogan de las aerolíneas y las agencias de viaje”.
“Este país es maravilloso, tenés que ver Buenos Aires viejo y sus edificios. Sí, pero también sus piquetes, sus colectivos que casi te matan cuando vas en bicicleta”, dice a modo de ejemplo y en el estilo en que se dirige a sus lectores.
En Los diarios del Vocho, la capital argentina no aparece contada, punto de llegada de su largo viaje se convirtió pronto en el espacio que el periodista y escritor eligió para vivir y desarrollarse, en otras palabras, su lugar en el mundo.
Dieusaert había pensado encarar el viaje al sur en bicicleta pero “iba a ser mucho sufrimiento y mucho más que seis meses”, así que se decidió por el popular escarabajo cuyo “último ejemplar salía de una fábrica mexicana” en el 2003, donde cargó guitarra, laptop, unas pocas pertenencias y se largó a la ruta.
El vocho, una suerte de auto fantástico en el que Tom viaja, “se portó maravillosamente porque el primer percance fue en Perú, dos meses después de salir, con la pinchadura de una goma en Ayacucho”, dijo. Reconoce otros nombres: boogie-woogie, sedán, tortuga, kafer, peta, fusca, poncho, cucaracha y pichirilo. Sin olvidar, claro, escarabajo.
De todos modos las 500 páginas del libro se ocupan de personas y personajes que desfilan y sirven de palanca para que el gringo escriba sobre la historia de los pueblos y países que va visitando en un viaje espontáneo, sin plazos y abierto, el sueño de muchos, una aventura.
Así, uno de los lugares que más lo impresionó, según cuenta Dieusaert, es Tehuantepec, al sur de la capital mexicana, donde existe “un enclave que corta el tiempo y el espacio porque la gente vive ahí como hace cien años, cuando todo era esplendor. ¡Yo me sentí dentro de una película!”, exclama.
El periodista flamenco, personaje de su propio libro, tuvo que lidiar con personas y situaciones que en todo caso, ocurren a cualquier viajero y que incluyen policías y aduaneros corruptos, ladronzuelos pero también el extrañamiento por la distancia cultural con los indígenas, presencia permanente en todo el territorio.
“Hay algo en el mundo indígena, quizás la pobreza o la falta de perspectiva, que me resulta deprimente. Siento que se necesita mucho tiempo para ganarse su confianza. Me doy cuenta que no tengo ni las ganas ni la paciencia para quedarme aquí lo suficiente”, dice en el libro sobre su paso por Guatemala.
Pero sí el viaje le brindó sorpresas y el encuentro con seres extravagantes y situaciones extraordinarias, Dieusaert reconoce que de todo su recorrido por cientos de pueblos en trece países le queda sólo una cuenta pendiente y es en Ayacucho, en las sierras peruanas. “De todo ese viaje me queda una espina: haber negado el padrinazgo al nieto de un campesino, Roberto, él me ofreció algo muy valioso, su casa y su amistad. Ahí quiero volver”, asegura ahora menos ansioso que en el 2003, cuando emprendió el viaje de 16 mil kilómetros.
Fuente:Télam

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